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julio 8, 2015

A la moda y morenos, pero sin riesgo

EROSKI CONSUMER

Tumbados en la toalla, bañándonos en el agua, paseando y bajo la sombrilla debe acompañarnos la crema de protección solar, que nos aplicaremos con frecuencia

Creencias erróneas
Las costumbres cambian, y lo hoy tenido por vulgar puede mañana ser interpretado como paradigma de la elegancia y la exclusividad. Y no sólo ha ocurrido con los hoy omnipresentes y en ocasiones carísimos pantalones vaqueros, cuyo origen de prenda profesional, ruda y resistente no puede ser menos glamuroso. Algo parecido pasa con el hábito de lucir una piel bronceada, estar moreno es sinónimo hoy de belleza y buen vivir. Pero no siempre fue así: la bella Scarlett O´ Hara, en una escena de Lo que el viento se llevó, que transcurre en la época de la Guerra de Secesión (1861-1865), se mostraba afligida por el tono bronceado de su piel, en aquel entonces nada elegante por demasiado característico de las capas rurales y menos pudientes de la población. Hasta que, medio siglo después, la pionera de la moda tal cual hoy se concibe, la francesa Coco Chanel, dio el primer impulso al cambio que a lo largo de los años ha ido dejando el asunto como hoy lo conocemos: el anteriormente denostado color tostado en la piel, que remitía a algo tan ordinario como el trabajo físico al aire libre, se identifica con el ocio, el buen vivir y la preocupación por la estética y la imagen personal.

En realidad, hace ya muchos siglos que se viene utilizando todo tipo de productos para mantener la piel conforme dicta la moda de la época. Además de los polvos de arroz a los que recurrían nuestras antepasadas para blanquear su piel, se han usado otros remedios, como el aceite de oliva, el yodo para las heridas y el zumo de limón, en este caso con el fin de que el sol penetrara lo antes posible en la piel y produjera el efecto esperado, el bronceado. A diferencia de entonces, hoy se conocen los efectos perniciosos de tomar el sol sin las debidas precauciones. La más importante -además de evitar exposiciones prolongadas o durante las horas más dañinas- es utilizar, y con la frecuencia debida, cremas solares con el factor protector adecuado para cada tipo de piel. Pero no basta con tener cuidado con el sol: la obsesión por exhibir una piel dorada en cualquier momento del año ha contribuido a que se popularizaran otras opciones, como los solariums y las cremas autobronceadoras.

Más allá de su insustituible contribución a la vida en el planeta y su supuesta aportación a la estética humana, el astro rey reúne cualidades beneficiosas para el ser humano. Está demostrado que mejora nuestro estado de ánimo y que aumenta los niveles de vitamina D de nuestro organismo, lo que ayuda a reducir el impacto de complicaciones comunes en la vejez, como la osteoporosis y otros problemas en los que se ven comprometidos los huesos, así como en la prevención de las enfermedades coronarias. Ahora bien, para conseguir estos efectos positivos, no es necesario tomar el sol al modo en que lo hacemos en la playa, la piscina o el jardin: basta con pasear unos minutos cada día.

Cómo tomar el sol
Con cabeza y en su justa medida. El riesgo, cierto y mil veces comprobado, de tomar el sol sin respetar las prevenciones es sufrir quemaduras, eritemas, envejecimiento prematuro de la piel y cáncer de piel. Cada año se detectan en España 3.200 casos de melanoma, el cáncer de piel más agresivo. En cinco años, el número de casos se duplicará y más del 10% de ellos serán mortales. Sepamos también que las quemaduras sufridas a principios de temporada o en veranos pasados no se curan cuando desaparecen las rojeces y ampollas: nuestra piel tiene memoria, acumula los estragos sufridos a lo largo de la vida y los problemas pueden presentarse muchos años después de haber dejado de tomar el sol de manera incorrecta. Los expertos de CONSUMER EROSKI aconsejan adoptar precauciones y adquirir hábitos correctos para que los rayos solares de este verano nos aporten un bonito moreno pero no dañen nuestra piel ni perjudiquen nuestra salud.

Falsos mitos
La incidencia del melanoma ha aumentado en Europa por varios motivos. Uno de los fundamentales es el creciente deterioro de la capa de ozono, que hace que las emisiones de rayos ultravioleta sean más intensas y, por tanto, más dañinas para la piel. Otro, que los usuarios no saben cómo, cuándo y dónde deben aplicarse la crema solar, y buena parte de la culpa de esta situación la tienen ciertas creencias erróneas contra las que deben luchar las campañas de información y prevención que cada verano alertan sobre los peligros del sol y la necesidad de protegerse con filtros solares. El mayor repertorio de falsos mitos tiene como protagonista a la crema solar.

Se piensa que no es necesario aplicársela los días nublados, o que bajo sombrillas o toldos playeros los efectos perniciosos del sol desaparecen. Un error en ambos casos: tanto si el cielo está algo encapotado como si se disfruta de la playa bajo la sombrilla, es necesario aplicarse la crema protectora. Porque las nubes no filtran los rayos UVB y sin protección estamos indefensos ante estas emisiones, responsables de las quemaduras y los eritemas que puede sufrir nuestra piel. Y aunque hay diferencia entre la radiación que se recibe bajo un toldo o a pleno sol, la arena refleja hasta un 35% de los rayos solares que recibe.

Tampoco es cierto que mientras se está en el agua el sol apenas perjudica: si nadamos en la superficie el agua hace un efecto lupa que aumenta la radiación que recibe nuestra piel. Y también se equivoca quien piensa que las personas con pieles más morenas o ya bronceadas pueden prescindir de crema protectora. La piel morena actúa como barrera natural frente a las quemaduras, pero los rayos ultravioleta siguen penetrando en la piel, con el riesgo de producir daños celulares, arrugas, manchas y fotoenvejecimiento. No hay excusas que valgan, la crema protectora es imprescindible en cualquier situación. Y tampoco es cierto que tomar el sol sin cremas de protección seca los granos, espinillas y puntos negros de los rostros de los adolescentes. Es más, el efecto que se consigue es justo el contrario: un rebrote acneico.

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